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La crisis contagiosa

Dice el Secretario de Hacienda que si a Estados Unidos le da pulmonía, a México solo le da catarro. Según Carstens, hemos logrado separar tanto nuestros caminos que la actual crisis financiera es manejable. Pero vaya pulmonía que sufre la economía norteamericana en estos momentos. Los principales bancos están quebrando, desaparecieron 760,000 empleos en lo que va de este año, la bolsa perdió 1.2 trillones de dólares en un solo día y el Congreso tuvo que autorizar un rescate financiero que hace de nuestro Fobaproa un chistecillo blanco.

Simon Johnson, ex Economista en Jefe del Fondo Monetario Internacional, no escatimó al describir esta gripa como “la más severa crisis de confianza que hemos visto”. Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001, es un poco más gráfico en su pesimismo. Según Stiglitz, la respuesta de Estados Unidos a la crisis asemeja “una transfusión masiva de sangre a un paciente que sufre de vastas hemorragias internas”.

Pocos cuestionan que esta es la más dura tormenta financiera desde la depresión de los años treintas. Quizás tiene razón Gary Becker, Premio Nobel de Economía 1992, al afirmar que “esta no es la crisis que matará al capitalismo”, pero sin duda es mucho peor que una simple recaída. ¿De que gravedad es el catarro que acecha a México?

Veamos los hechos. El 82% de nuestras exportaciones tienen como destino los Estados Unidos. Miles de empleos manufactureros en México dependen de la capacidad de consumo del americano promedio. Si ellos no compran, nosotros no vendemos. En ese sentido, la actual crisis ha detonado dos sucesos que nos afectan negativamente: la contracción del crédito y la pérdida de valor de la propiedad inmobiliaria.

Los bancos americanos no prestan porque no tienen liquidez. Sus activos se componen en gran parte de cuentas por cobrar, cientos de miles de hipotecas irresponsablemente autorizadas a gente sin capacidad de pagarlas. Al retrasarse los deudores en sus pagos, los bancos descubren que sus reservas no son más que aire. Como resultado, los americanos tienen que guardar sus tarjetas de crédito en el cajón y pagar de contado. Adiós a la cultura del “consuma ahora y pague después”.

Además, el patrimonio de las familias americanas se esfuma. De 2000 a 2007 las casas en Estados Unidos perdieron –en promedio- el 30% de su valor. Las familias resienten el golpe y reducen o posponen su consumo en consecuencia. Prefieren manejar al Gran Cañón que visitar Cancún. Prefieren aguantar con su carrito que adquirir el modelo del año.

Estamos tan conectados, que si allá no gastan acá perdemos empleos. Los números no mienten. En Septiembre Chrysler reveló una caída del 32.8% por ciento en sus ventas de coches en Estados Unidos. A finales del mismo mes Chrysler eliminó un turno de 300 empleados en su planta en Saltillo, y sus proveedores han comenzado a ajustar sus plantillas en consecuencia. La conexión es directa, y cada vez más inmediata.

Para complicar las cosas, esta tormenta también afecta al principal programa de combate a la pobreza en México: las remesas. Cuando las empresas se abrochan el cinturón de aquel lado del Bravo, contratan a menos paisanos. No es casualidad que la Secretaría de Hacienda espere una caída de 25 mil millones de pesos en los ingresos nacionales por este concepto. La contracción de los envíos de dinero afectará de manera inmediata a las familias más pobres, en los rincones mas recónditos del país.

No hay duda. El colapso de la economía norteamericana elimina empleos y reduce el flujo de remesas a nuestro país. Quien diga que estamos “blindados” no solo peca de optimista sino de ingenuo. Tras décadas de escuchar sobre las bondades de la apertura y la globalización, México se encuentra sin otro mecanismo de respuesta que aguantar estoico hasta que pase el temporal.

Catarro o pulmonía nos queda la misma moraleja: es urgente revisar la estrategia económica del país. Es cierto que el modelo de crecimiento a base de exportaciones ha rendido grandes frutos. Es innegable que solo alcanzando mercados más allá de nuestras fronteras es posible alcanzar la especialización necesaria para detonar el desarrollo. Sin embargo, exportar a secas ya no basta. A quien le vendemos y que vendemos es tanto o más importante para garantizar un crecimiento sostenible. Catarro o pulmonía, necesitamos anticuerpos.

Filed under: Becker, crisis, desarrollo economico, economia, exportaciones, finanzas, inversion extranjera, Stiglitz

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